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Este compromiso no es solo de los países desarrollados; recordemos que
todos debemos poner nuestro granito de arena para garantizarle a nuestros hijos
su supervivencia. ¡Entre todos podemos!.
Es innegable que a través del curso de
la historia, el andamiaje de la naturaleza del hombre se ha caracterizado por
su desdén hacia las cosas productivas, benéficas, coherentes y, peor aún, hacia
aquellas que le permitirían su propia supervivencia.
A las claras se tiene a un individuo
con una naturaleza complicada que lo mueve a realizar acciones que atentan no
solo contra su permanencia en el planeta, que se nos fue prestado, sino también
para la sostenibilidad de los recursos que necesitarían nuestros descendientes.
Esta manera egoísta de actuar es la que precisamente mantiene a los seres
humanos en unos profundos desequilibrios en todos los ámbitos que sostienen su
existencia.
El reloj de la vida marca rápidamente el cruce por el puente de nuestra existencia y claramente perdemos la
batalla por la indiferencia con la que tratamos al medio ambiente, frente a la
disminución y/o pérdidas indudables de los recursos naturales que erróneamente
creemos que son nuestros e interminables; permitimos que aquellos que se creen
con el derecho de ejercer acciones en las que se antepone la supervivencia
económica por encima de la supervivencia de la vida, gobiernen y actúen más
severa y efectivamente en una muestra clara del egoísmo propio de la naturaleza
complicada de los seres humanos.
A través de la historia, hemos visto
que se trata de hacer acuerdos que permitan la convivencia entre los individuos
y poco importa si esos tratados contengan acciones que promuevan el seguir en
el planeta sin las consecuentes alteraciones que le hemos provocado. De nada
sirve que se comprometan a ejercer prácticas para reducir la contaminación si
se está sometido a la maquinaria económica que está detrás del poder, a la
sentencia nefasta del uso de los combustibles fósiles hasta las últimas
reservas posibles. No son efectivos estos acuerdos sino existe un verdadero
compromiso para frenar las actividades que vayan en contra de los recursos que
le permitirían a las sociedades futuras una sostenibilidad en el tiempo sin
miramientos ni jerarquizaciones económicas.
Pero, ¿quién dijo que el proteger el ambiente no es una ganancia económica, además de física, social y
ambiental?
Uno de esos Acuerdos que tratan de
juntar a un planeta que claramente llora por lo que le hacemos de manera directa
e indirecta, es el negociado durante la XXI Conferencia sobre Cambio Climático (COP 21) por los 195 países miembros, adoptado el 12 de
diciembre de 2015 y abierto para firma el 22 de abril de 2016 para celebrar el Día de la Tierra. Conviene decir que el fin exclusivo de este pacto,
denominado “Acuerdos de París” - conforme al propio texto del instrumento
internacional, tal como se enumera en su Artículo 2 -, es: "reforzar la respuesta mundial a la
amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los
esfuerzos por erradicar la pobreza". Para poder llevar a cabo lo
que allí se dice, se propuso realizar tres acciones específicas:
- Sostener el incremento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C comparados con los niveles preindustriales, y redoblar los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático;
- Acrecentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos;
- Elevar las corrientes financieras a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Recordemos que la capacidad de resiliencia
que tiene un ecosistema en especial, está fuertemente relacionada con la destreza
y con la riqueza de las especies para soportar un impacto o una perturbación
determinada de tal forma que le permita regresar a las condiciones previas a
esa perturbación. Es decir, que este sistema tendría resiliencia si, a pesar de
verse sometido a esas perturbaciones o alteraciones, es capaz de seguir
existiendo y funcionando esencialmente de la misma manera.
Pero me gustaría que hiciéramos las
siguientes reflexiones: ¿es posible la resiliencia al clima si se sigue
actuando de manera egoísta ante nuestro propio futuro y ante la sostenibilidad
de las generaciones futuras? ¿existe la posibilidad de que se consiga la
resiliencia al cambio climático si lo que se observa es que a diario se atentan
contra los recursos naturales de una manera despiadada ante la mirada
indiferente de una sociedad que se niega a creer en que es necesario y
relevante no llegar al punto de inflexión que le negaría la sostenibilidad y la
supervivencia a ese mismo ser humano de naturaleza complicada? ¿hasta cuándo
vamos a esperar para tomar verdaderas acciones, que sean eficientes y reales en materia
de protección, de conservación, de mitigación de tal manera que se evite la
destrucción total?
No es de mi naturaleza el mostrar pesimismo
o una visión apocalíptica de los hechos, pero sí creo firmemente que debemos
ejercer nuestro derecho a vivir en justas condiciones, en amables y respetuosas
interacciones con los recursos naturales y en armonía con la vida. Creo que el
anuncio, este pasado 1 de junio de 2017, por parte del Presidente Donald Trump (con su "particular" naturaleza complicada) de la retirada de Estados Unidos de este Acuerdo - debido sus promesas de campaña en pro de
los intereses económicos de la nación y de sus grupos económicos
particulares a los que no les importa nada sino su capital económico y el poder
tras el poder - es una oportunidad para que el mundo despierte y vea cómo los
intereses privados de algunas empresas económicas manejan como títeres al resto
de las personas porque su indiferencia se los permite. Es una ocasión para que
el mundo entero vea que los Acuerdos solo serán útiles y efectivos si se cumple
valientemente con lo pactado y se encamina a esa resiliencia de la cual tanto
se ha hablado.
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